Sarita: esa costumbre tuya de aparecer inesperadamente! No es la primera vez.

Justo cuando estaba a punto de apagar la computadora, me encuentro con esta imagen.

Vida mía, hoy apenas pude sostenerme simulando ignorar tu ausencia.

Y ahora estoy aquí, descolocado.

Esforzándome el día entero para evitar que regreses a mis recuerdos.

Meneo la cabeza de un lado a otro, cierro los puños, me rasco la frente y la barba.

Si estás muerta, porqué hablo contigo?

Si estás viva, porqué no puedo contener mi llanto?

Me muerdo la lengua para no decir barbaridades. Mis emociones y mis pensamientos están en constante confrontación.

No encuentro consuelo salvo evadirme, ponerme cada mañana el uniforme de ser humano fuerte y tratar de seguir adelante.

Últimamente he soñado seguido contigo. Cuando me despierto me cuesta un rato largo darme cuenta que era un sueño.

Abro los ojos, me siento extraviado y te busco.

Solo el silencio me avisa que algo raro pasa.

Miro las paredes, el techo en medio de la neblina y no te veo. Trato de reconocer los lugares que compartimos hace sólo unos minutos y solo veo techo y paredes.

De a poco comienzo a identificar mis cosas cotidianas. El reloj en la mesa de luz, el celular, la ventana, la cama y tomo conciencia de que estoy en mi cuarto.

Finalmente, veo mis medias, mis zapatos y mi ropa que me dicen buen día! A levantarse! A vivir un día más! A superar el dolor! A trabajar!

A permitirme pequeños lujos dentro de lo que mi duelo me lo permite.

Una taza de té, un agradecimiento por un nuevo día y tragar saliva para enfrentar el presente.

Después me sumerjo en las profundidades de la rutina diaria y el alma se relaja.

Gracias Sara, por darme la fuerza de afrontar estas crisis cada vez que veo tu sonrisa.

11-SET-2021

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