A los cinco años corría por los pasillos del conventillo que albergaba mi casa.

Baldosas, macetas, vecinas ruidosas.

Mamá con su vestido a lunares corriendo detrás de mí con la comida y yo solo quiero jugar con mi amigo Miguel Ángel a la mancha, a las escondidas y saltar y correr y volar.

Las figuritas y la pelota de trapo. … Las vecinas se ríen en voz alta y todo es ruido y alegría.

El almacén de la esquina tiene de guardia un gato negro tomando sol. Todos los días.

Travesuras sin fin, infancia feliz, olor a sopa y música de radio se cuela por el patio.

La ropa colgada en los balcones, perfume de lavandina y jabón transporta la leve brisa de verano.

Pisos de madera que crujen y paredes pintadas con cal.

Retratos de mis abuelos y familiares de la lejana Europa.

Hoy veo un edificio de varios pisos en tu lugar…

Donde correré ahora? con quien jugaré por las tardes?

Donde están mis vecinos?

Mi casa de la calle Río de Janeiro: cuida los recuerdos de mi tierna infancia que dentro de tus muros quedó un poco de mí.

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