Sin estridencias ni pompa se nos cuela el invierno en Buenos Aires.
Sin percatarnos casi todos los árboles han quedado desnudos.
De a poco tuvimos que sacar nuestros abrigos del año pasado.
Y nos damos cuenta que tenemos que comprar una chalina o un par de guantes.
Las calles están desiertas, cada día más temprano.
A la mañana nos extraña oír el trinar de los pájaros y nos preguntamos cómo hicieron para pasar la noche.
Ya no nos molesta estar dentro de una aglomeración de gente.
Y cuando pasamos por un café: qué lindo sentir el aroma y ver una pareja tomándose de la mano.
Rumbo a casa apuramos el paso y nada nos entretiene.
Nos sorprende que está tan oscuro siendo tan temprano.
Cuando llegamos, nos da la bienvenida ese calorcito que sólo el hogar nos puede brindar.
Y ese beso de las buenas noches uno quiere que sea eterno, disfrutando el tibio aliento de tu amor.