Anoche Sarita estaba en la planta baja y yo en el primer piso.

Apoyado en la baranda observaba como se desenvolvía con tanta madurez y responsabilidad en sus cosas, con una sonrisa en su rostro irradiando alegría.

Su cabello danzaba mientras se movía de un lado a otro.

Sabía que la estaba mirando pero simulaba no darse cuenta, bah… quizás estaba muy concentrada y no se percató.

De todos modos quería decirle lo orgulloso que estaba de verla tan bien.

Sarita, “subí un minuto por favor…”

Las últimas dos palabras las dije muy emocionado, tanto que tartamudeé y me dió vergüenza ser tan vulnerable ante una situación tan prosaica.

“Ya voy papá”

En los segundos que estoy esperando que suba, pensaba como le digo que la veo tan madura, tan equilibrada que ya podría ser madre.

¿Cómo se le dice cosas tan importantes a una hija sin ser pesado y aburrido? me preguntaba.

Como le transmito en dos frases lo bien que se ve y que siga así?

Me quedé esperando, esperando y esperando…

Hasta que desperté y quedé llorando al saber que sólo era un sueño.

Es lindo soñar, pero… a veces que duro es despertar!

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