Después de un año de estar deprimido, evitar todo tipo de diversión y orar por su memoria
Después de largos meses de llorar la muerte de Sara, di por terminado el período de duelo.
Ingenuamente pensé que iba a comenzar una etapa de reconstrucción emocional.
Me di cuenta que, de tanto llorar la muerte de Sara, me olvidé de que parte de mí también murió.
Me di cuenta que he perdido algo irremplazable: mi paternidad. Me olvidé de llorar por mí.
Me di cuenta que dediqué un año a honrar su memoria, sin notar las profundas secuelas que han quedado en mí.
Por un lado, ya no me han quedado lágrimas para mí.
Por otro lado, recién ahora caigo en la cuenta que padecí un trastorno de estrés postraumático y es tiempo de construir y re-construirme. Debo curarme.
No fue solo tristeza, angustia y depresión, fueron pesadillas, llanto descontrolado, terror de ver su nombre en el celular y de encontrarme con sus recuerdos.
Para simbolizar el cambio me tomé una selfie para actualizar mi perfil.
Sólo después de publicarla me di cuenta la tristeza que tenía en la mirada a pesar de que estaba sonriendo.
Trabajé para no transformar la muerte de mi hija en un calvario, sino un homenaje a su vida.
De alguna manera pienso (aunque no estoy seguro) que lo logré.
Considero que las hijas que quedaron estarán orgullosas de saber que para mi, la paternidad es algo muy serio. En la vida y en la muerte.
¿Y ahora? ¿Qué hago? ¿Llorar mi desgracia?
Como está escrito en algún lugar:
“Todo tiene su momento, y todo lo que existe bajo el cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir, tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentos y tiempo de bailar”
Agradezco el privilegio de vivenciar tantas dudas y sentimientos encontrados. Tantos desafíos por superar. Tantos planes frustrados y volver a empezar.
En este momento siento mi respiración acompañando el ritmo de mis palabras en sintonía con mis pensamientos y eso me da tranquilidad.
Mi mente ya no es un caos. Mis sentimientos no son un torbellino, sino una profunda reflexión de la responsabilidad infinita de ser, a la vez padre y ser humano.
De vivir aprendiendo a vivir y de no perder de vista a mis hijas aún después de la muerte, sin transformar el amor en un culto a la muerte, al duelo, al dolor y al sufrimiento.
De honrar una muerte, honrando la vida. De vivir llorando sin mover un músculo, sin que nadie se de cuenta.
No se si tendré las fuerzas de semejante tarea.
No es lo mismo trabajar por una hija que por la memoria de una hija.
No conté cuantas veces escribí la palabra muerte, pero Sarita está tan viva a mi lado que me es difícil entender tanta contradicción.
Bueno, no sé si es difícil, al fin de cuentas la vida está llena de contradicciones. Y cada uno debe lidiar con sus propias contradicciones.

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Un comentario en “MI DUELO Etapa II”

  1. Hola. Conoci a Sara en mi primer internacion. Sin dudas fue ella la primer persona que se acerco a mi.
    Hoy me entero de esta horrible noticia. Y no entiendo nada.
    Hable con ella por ultima vez el 1/11/2020 y despues crei haber perdido el rastro. Hoy entiendo que no.
    Siempre tendre los mejores recuerdos de 1 mes de convivencia con Sara! Ella era un angel, no era de este mundo… ♥️

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