Será que a medida que uno madura se vuelve más sensible.

Será que el aislamiento afina las emociones.

Será que la soledad de la cuarentena desnuda aristas de la personalidad que estuvieron adormecidas.

Será que tanto tiempo sin interacción social cuerpo a cuerpo te lleva a una introspección profunda y sincera.

El tema es que me doy cuenta que estos seis meses de estar conmigo mismo full-time está cambiando radicalmente mi visión sobre la vida.

Primero: estoy perdiendo tolerancia para todo aquello que no sume y aporte a mejorar la condición humana en todos sus aspectos.

Más importante que nada: lo que antes valoraba, se ha convertido en mi objeto de adoración.

Los sentimientos, la sinceridad, el amor, la empatía y la gratitud no sólo se convirtieron en prioridad, sino que el resto se han vuelto temas marginales que no merecen ni un gesto de dolor.

Darse cuenta de todo lo que hemos desdeñado, del tiempo que perdimos en vanidades y valorar el privilegio de agradecer me emociona.,

Tanto amor recibido, tantos sentimientos derramados a mi alrededor empalidecen el dolor y la frustración que acompañan las grandes pasiones, los grandes amores.

El fuego no solo calienta, a veces quema y deja cicatrices que son solo el recuerdo de los momentos que dieron fuerza a nuestros más locos sueños y arriesgados proyectos.

Cómo se puede ser feliz y celebrar la vida sin recordar la amargura y las lágrimas que derramamos en el camino?

Cómo valorar la luz si no has conocido el abismo de la oscuridad?

Tanto sentimiento, tanto agradecimiento por formar parte de mi vida no puedo disfrutarlo sin compartirlo contigo.

Tu calor me conforta en los tramos difíciles, tu sonrisa ilumina mi camino en las noches más oscuras, tu aliento lo siento a cada paso y tu angustia me dice lo mucho que me falta para estar a tu altura y entenderte.

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