Al verte por primera vez, quede confundido.

Mi corazón latía sin motivo aparente.

Tu risa contagiaba y tu perfume mmm… no se…

Tanta empatía no entendía y tanta simpatía menos.

Mis ojos no veían otra cosa que tu figura y mis oídos sólo esperaban tu voz. Apena te conocí y ya te extrañaba.

Aún no me despedí y ya quería volver.

Mareado de tanta turbación, no entendía mis sentimientos.

Tus ojos brillaban cuando me miraban, o era mi imaginación?

Dejaba de respirar cada vez que pasabas a mi lado, y era evidente.

Sorbía el té despacito, para estirar el tiempo y no levantarme.

Regresé nuevamente y mi corazón no latía… golpeaba mi pecho.

Tu sonrisa no fue de cortesía sino de bienvenida y satisfacción. Me estabas esperando tanto como yo ansiaba verte.

Me cubrió un alivio reencontrarme contigo y encendiste un cigarrillo en silencio.

Bajé la mirada para no desmayar. MI corazón cada vez más desconcertado.

Caminamos los tres por los campos y los senderos. Yo, con una sonrisa forzada.

Me debatía entre la razón y la emoción. Las semanas fueron pasando y visitaba a mi amigo cada vez más seguido.

Cada despedida era una eternidad y cada visita un solo instante.

Cada bienvenida más cálida y dulce, cada hasta luego… más difícil.

Las visitas se convirtieron en rutina, hasta que quedamos solos.

Caminamos bajo una cálida lluvia para refugiarnos en un zaguán.

Unas gotas de agua sobre tus pechos y un silencio profundo, bastaron para fundirnos en un beso infinito y morir de amor en un solo momento.

Los relámpagos ahogaron nuestros suspiros y llanto de desahogo.

Por tanta pasión reprimida, por tanto sentir sin poder expresarse.

No hizo falta un te quiero, ni un te amo. Sólo respirar tu aliento y volver a besarte.

Todo lo que teníamos que decirnos, ya lo habíamos expresado con nuestras miradas iluminadas por el resplandor de la tormenta.

Todo lo que sentimos los sellamos con otro beso y nuestro juramento fue un beso adicional.

Desde ese momento nunca más pude abrir mis ojos, sino para contemplar tu rostro y embriagarme de la miel de tus labios, de la paz de tus caricias y las caricias de tus palabras que acompañan cada día de mi existencia.

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