Fuimos creciendo y aumentaron las dudas sobre todo lo que aprendimos. De los padres, maestros, superiores y de los valores adquiridos. 

Nos enseñaron a tener opinión propia pero nadie toleraba que nuestra opinión sea diferente. Busqué respuestas dentro de mi alma y las fui encontrando poco a poco.

La cuestión era aceptar el sistema o tener uno propio para intentar mejorarlo. Ese fue el día que decidí ser protagonista de mi vida y no mero espectador. 

Ser diferente tiene un precio muy alto. Pero vale la pena ejercer la individualidad otorgada desde el nacimiento a ser dependiente de la valoración ajena. 

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